Nuestra historia

Una de las puertas que nos  abrió la maternidad y la paternidad fue abrazar esa mamíferidad que está tan mal vista por la sociedad separatista que le molesta ver los hijos en nuestros cuerpos sobre todo cuando recién nacen. Esta necesidad vital de contacto mutuo es una relación simbiótica, nos nutrimos física y emocionalmente y  además era algo que después de la muerte de nuestro primer hijo Índigo no estábamos dispuestos a negarnos y así fue.

Para finales del 2013 supimos que nuestra segunda hija venía en camino y quisimos que todo fuera distinto, así que contactamos a una fundación de partería en Bogotá donde nos acompañaron integralmente para lograr nuestro anhelado parto en casa. Recordamos la primera vez que escuchamos la palabra fular fue en una de las clases sobre el cuidado del recién nacido donde nos contaban de las maravillas de ese largo segmento de tela (fular), una técnica ancestral aún viva en muchas culturas del mundo que estaba siendo adoptada naturalmente para llevar a nuestros más cerca a nuestro corazón y además una manera de proporcionar seguridad emocional y física tanto para los bebés como para la madre y el padre.

Y así fue, inmediatamente después del  nacimiento Nila fue sostenida en nuestros brazos, disfrutándonos en la alegría de la vida, el olor embriagante que envuelve y el calor que acuna.  Luego de la recuperación física del posparto comencé a usar mi primer fular y no de la mejor manera (el comienzo típico cuando no tienes una asesora que te guíe o si eres mamá o papá sin experiencia), pasaron los meses y junto con una gran compañera de crianza comenzamos una investigación profunda  para la fabricación de portabebebés, donde nació del corazón creativo de Germán mi compañero  nuestra marca Ata Portabebés que en lengua myusca significa uno y ranita, luego me forme como Asesora Internacional de Porteo en la Escuela FTZB Latam de Alemania para tener más herramientas para poder ejercer este oficio responsablemente.

Porteamos a nuestra hija por más de 5 años, ella fue nuestra mayor inspiración para compartir esta experiencia con miles de familias que han conocido la posibilidad de llevar a sus hijos de una manera cómoda y segura, satisfaciendo sus necesidades físicas y emocionales. Y la historia repite con Ita, nuestro tercer hijo que amó ser cargado hasta los 4 años aproximadamente.

Es así como se nos la puerta a un emprendimiento familiar rentable que nos permite poner nuestro grano de arena al mundo motivando la crianza en brazos como un modo de vida. Contamos con un equipo de producción conformado por madres cabeza de familia y a la vez damos la posibilidad distribución de nuestros portababés  a madres y padres  para puedan tener  una comisión de venta justa.

Ya son 7 años desde que confeccionamos nuestro primer fular, 7 años rodeados de familias que han hecho posible que esta ranita siga.

Gracias por tu apoyo, confianza y amor.

Karen y Germán.